sábado, 14 de octubre de 2023

HACIA LAS SOMBRAS

Imagina que habito en las sombras, 

en donde algún día, seguro, habitaré, 

¡imagínalo!. 

Imagina como quieras mi marcha, 

súbita, lenta, inesperada, sutil,

¡olvídala!.

Olvida cómo me he ido, 

borra mi adiós, 

no lo recuerdes para que yo no lo recuerde. 

No traigas sombra a mis sombras, 

ni portes pesar a esta orilla del río, 

no traigas frío a las penumbras de mi alma. 


Imagina que partí en una mañana de luz, 

con el equipaje necesario y dinero en los bolsillos, 

olvidando a posta el reloj. 

Sueña que es una aventura más, 

caminar y correr por otros senderos, 

no muy lejos, 

tan solo al otro lado de lo que ves. 

Inventa para mí una historia, 

reordena el pasado con algunos recuerdos, 

tacha lo amargo, tapa lo triste, 

pero no lo borres porque también fueron yo.


No me hagas más alto, ni más bello, 

ni tampoco mejor, 

hecho de barro, lodo y sueños,

en desigual reparto ganado por el fango.

Aprecia tan solo que vivimos,  

juntos, enamorados, cosidos, 

manchados de ese fango, vivimos.   


Haz pequeñas esas cosas que recuerdes,

visítalas en la mañana como un álbum de cromos;

ríete entonces y acaríciame con tu risa. 

Come y bebe por ti, por placer, 

y, alguna vez, sopla un aliento de alcohol, 

un viento de madera y roble,

de albahaca y mar, 

y déjalo volar, como humo, 

porque como humo ha aprendido a llegar a la sombra, 

y a llevar aliento de pan y sal. 


Yo creo saber que habrá oscuras vaguadas, 

líquidas oscuridades y llanas umbrías, 

y algunas oquedades. 

Yo siento que me habré de esconder en alguna, 

y esperar a un momento,

aguardando una clave que desconozco, 

pero así lo haré, 

porque es así, absorto, desconectado, 

simulando estar sereno,   

como entro en el mar,

y así me adentraré en la nada.


Allí donde espere me gustará oir música, 

escuchar algún poema, alguna voz. 

Que no me alcancen los lamentos, 

que no me acuchillen aullidos, 

si acaso que me llueva alguna lágrima,

de verdad, de amor, 

de tarde de domingo en el cine. 


Hazme sentir un caminante de allende la ribera, 

tan solo eso,   

alguien que va hacia las sombras, 

solo un caminante. 


(Fac me sentire sicut ambulator extra litus, 

id est, 

qui ad umbras vadit,

iustus ambulator.)

viernes, 19 de febrero de 2021

CADA DÍA.

Cada día desperdicio el alma nueva que estreno a la mañana.
Cada día.
Cada día nace un poema incompleto.
Cada día.

Cada amanecer es más oscuro aunque me vista de luz.
Cada noche viene con más peso de tristeza y es más espesa su neblina.
Cada día es más un camino a cada noche.
Cada día.

Una vez cada día, una vez tan solo, me siento un hombre nuevo.
Luego, mil salvas de tristeza, millones de timbres de teléfono,
cientos de papeles amarillos y óxido de hierro me fusilan.
Cada día.

domingo, 14 de febrero de 2021

MÁS ALLÁ DE LA MATERIA.

Un sueño.
Mi realidad es un sueño,
y ya no es amargo,
ya no es mi negrura interior,
ahora soy mitad
y siendo mitad soy todo.

Vivo en las pasiones certeras,
habito en la calidez amable,
mi cobijo son tus brazos
y mi reposo es tu beso.
¿Dónde estabas en los ayeres mortales?

Tu respuesta es una mirada,
y tú, aun inocente, la bondad.
Apagas no solo mi sed,
sosiegas mis agobios,
apaciguas mi inquietud
y de ti vivo
y de ti, me alimento.

Junto a ti aprender,
¿qué son los nombres sin ti?,
contigo sé que son personas.
Contigo sé que calor,
más que concepto, más que fonética,
es una sensación,
sin ti, inconcebible,
sin ti no sabré lo que son las cosas.

Y aprender lo que se olvida,
a amarte.
A ser, si tú me necesitas, roca,
a darte si tú lo pides, calma.
Sabré retirar tus penas como espuma,
y frenar un viento en tu alma,
llamar a la nube borradora de tristezas,
ser para ti hombre, 
hombre y nunca macho.

¡Anda!, viérteme dentro de ti,
enreda mi aliento con tu pelo,
descúbreme, rompe mis normas,
cautívame con tu complicidad,
y algún día levántame amante.

Quizás busque tu piel,
y no la sienta.
O busque tus ojos,
y no los vea,
porque lea tu mirada,
porque me acaricie tu alma,
ande tras tus pasos,
y no los alcance,
sin darme cuenta de que nunca me dejan.
Mire tras tus lágrimas,
y no me mojen;
sin embargo, en su baño,
encontrarte.

Detrás de tu piel, de tu cabello,
del hogar de tus pechos,
del anhelo de tus labios,
no encuentro materia.
Te hallo a ti.
A ti.


M

Mil veces en los últimos mil días,
mil veces, te he mirado.
Una, al menos una vez, por cada otra
en la que no pude, no supe, mirarte.

Te he mirado a escondidas, 
huidizo, en silencio, indigno, 
cuando, sin verme,
atendías el teléfono, 
cuando a mí lado dormías,
en los momentos en que te abandonas de mí.

Buscaba mil motivos,
mil razones, 
y he visto, 
mil razones en tu rostro, 
mil motivos en tu piel,
mil motores en tus manos.

Y encontré las mil razones,
en mil miradas, en mil días,
de mil miradas furtivas, 
para enamorarme mil veces mil.

sábado, 2 de febrero de 2019

CREDO DE LA MIRADA

Creo en tus ojos,
no lo dudes,
creo en ellos más de lo que creí en nada.

Creo en su círculo perfecto,
en sus diferentes anillos
y en sus tonos ocres y pardos de café.

Creo en el núcleo negro de tu ojo izquierdo,
y en el negro núcleo de tu ojo derecho,
en el negro fondo de ese núcleo,
el que lleva a un alma blanca,
profunda y plana,
con algún color de esmeralda,
como el que rodea tus ojos,
como el que pinta tu mirada.

Creo en tus ojos,
porque no creo en tus gestos.
Creo en tus ojos,
porque sé que cuando no los miro,
me miran, me empujan,
a la mirada, a la creencia,
al perdón por los desaires,
al perdón por ser tuyos,
por ser los ojos de alguien,
a quien mis ojos,
mis gestos, mi credo, no le dicen nada.

Creo en lo imposible,
y se ha dicho:
en un ojo pardo,
rodeado por un verde anillo,
con una negra pupila.
Creo en ese ojo,
y en su gemelo.
Creo en ellos como creí en Dios,
en un dios inaccessible,
cruel, vengativo.
En un dios que me decían que me miraba,
siempre, immortal, evieterno.

Y así siento yo tu mirada,
eterna, cruel, permanente,
de ausencia, de desprecio.

Y así creo yo en tu mirada,
en la oculta mirada de tus ojos,
en la ocre mirada miriada de un verde imaginario,
que desdice a la voz de adiós de tu boca,
al gesto indiferente de tu cuerpo,
con una profunda y coqueta dilatación,
imperceptible, enorme,
balcón que conduce a tu piel,
a tu lecho, a tus senos.

Y así creo yo en ellos:
tus ojos, tu lecho, tus senos;
porque nunca, sin tus ojos,
existirán ni el balcón de tu alma,
ni la escala hacia tu lecho.

Porque yo creo en tus ojos.
Lo juro.
Creo en ellos porque ellos no me ven.



viernes, 19 de enero de 2018

SIN NOMBRE

Los asesinos no tienen nombre.
El metal de sus triángulos escalenos,
la argentina bala certera,
los filamentos rugosos de la soga,
su marinero nudo,
no tienen nombre.

El sucio tendero de muerte
posee un catálogo sin nombres,
un muestrario de daños,
un recetario de heridas
al que asoman, frías,
heridas púrpuras en blancos pechos,
cráneos huecos y cárdenos,
entrañas divididas, lacerados hombros
y manos cercenadas;
horrores, horrores, horrores...
sin nombre.

La triste, hermética, aséptica, funeraria
tiene una página web,
triste, hermética, aséptica;
una lista de soles y de nubes,
de tierras y de urnas,
con un código oculto,
de llorosas madres y padres temblorosos,
de hermanos mudos,
de cervezas olvidadas sobre la mesa,
de ristras de pastillas de colores,
y estas, estos, esto existe sin nombre.

Los asesinos siguen sin nombre
mientras la tierra del camposanto
añora al viento arisco que mece las cenizas,
al vendaval mágico,
a la lluvia incansable madre del lodo,
barro eres, del barro nacerás,
susurran las plañideras,
y con ese golem sueña la tumba,
acostada con una lápida sin nombre.

Tu nombre sí es un nombre,
tu nombre sí tiene nombre,
le da nombre a tu rostro,
y al leve olor a ti dejado en la almohada,
le da nombre al innombrable vacío del sofá,
al lugar de la mesa donde se sentaba tu nombre.

Los asesinos no tienen nombre,
tu nombre apaga sus nombres,
tu sueño esconde sus iras,
tu adiós lleva tu nombre,
y lo susurra al viento,
lo acuna al alba
y lo protege con silencio.

No pronunciaré tu nombre,
no te llamaré más en voz alta,
para que tu nombre no se manche
con la plata y el metal mortíferos.
No te llamaré más en voz alta,
para que tu nombre viaje,
allá donde viaje,
libre de nombres.

viernes, 29 de septiembre de 2017

EL FUTURO DICTADO.

Es etéreo el recuerdo de la espera,
tortuoso, vapor de sueño,
hasta alcanzar tus espirales.
Cada noche fue una muerte,
que ahora ha mudado en insomnio,
en estudio sobre un lienzo de algodón,
bajo el flexo de la luna,
para aprenderte.
El segundo resbaladizo ha sido vencido,
la flecha del tiempo
y el pasado inventado,
se funden en lo eterno.
Amamantaste mi desdicha,
y yo de ella bebí,
construyéndote en cada giro,
anotándote en cada palabra.
Amándote en cada poema,
mi camino se fue enderezando.

Etapas, estaciones, viajes.
Cada vagón era un infierno,
cada acompañante una rémora.
Cualquier oscuridad, perderte.
Un tren infinito cruzando la tundra,
era el infinito de mi alma.
Castigada, desterrada.
Un purgatorio voraz.
Un luz proyectada tu deseo.

Escapar.

Largo es el futuro,
el más irreal de los tiempos,
y en su verbo,
largo será el futuro.
Construímos, nacemos, soñamos.
Ahora mi palabra es plural,
plural es mi vida,
mi soledad es incompleta.
Y en el porvenir nombrarte,
conquistarás también lo venidero,
ya dueña del pasado,
el lejano y el cercano,
y del presente si existiera,

que es sueño, que es teatro.


Mas no hay promesas,
no hay conjuros.
Hay vida.
No quiero protocolos,
aterrado por tanta ley,
no quiero mi amor atado,
lo quiero libre, tan solo sujeto a los besos.
Si mi vida ya se enrosca en la tuya,
si mis recuerdos son tus ojos,
veo por ellos más que por los míos,
¿por qué no gritarlo al viento?

Cada flor serás tú,
todo recuerdo será tuyo.
Tú, sin razones,
y a cada instante, amar.
Los besos serán nuestros,
nuestras las noches,
los sentimientos comunes.
Y este es un futuro,
díctame tú el nuestro.

Mi camino ya no será nunca más mío.
Teniéndote a mi lado será paseo,
sin tenerte será sendero que a ti me lleve.
Mi camino ya no cruzará más desiertos,
no acabará en más acantilados,
no se detendrá en más laberintos.
Serás, eterna, el faro que alumbre,
la sirena que me cante,
la ardilla juguetona que me acompañe.

O caminar y al final hallarte,
blanca, enjugando en lienzos mi sudor,
curándome en tu pecho mis heridas.
El camino ya no será nunca mi camino,
será para siempre tuyo.

SOBRE UNA MELODÍA DE PIANO

Ya no es mío el llanto que resuena,
ahora te has adueñado de la tristeza.
Siento en tu desdicha un puente,
en tu pena, una entrada,
mas renuncio a ese camino, 
lastrado de cadenas,
colmado de condenas.

Sin mi mano, 
alzando de tu pecho la altura de tu alma,
has hablado: 
"Mis heridas ya no son tus heridas,
quedan solo para mí".
Y has roto el embrujo,
quebrado el sortilegio.
Has enseñado, mujer,
que es posible tenerte,
cuando tú te das,
gozarte,
si vuelas,
poseerte, 
si eres libre,
tenerte, 
si tú tienes.

De torpes prisiones,
mujer,
has quebrado la jaula, 
y has partido.

Ni siquiera soy nadie en estos versos de tu poema.

Libertad.

Y el sueño se forja,
en el yunque de una camisa de cuadros,
en la música de un piano,
en todo lo vivido, y en nada,
en la sola brisa del anochecer bajo palmeras.
Y una serpiente me recorre,
Shakespeare nos emboba.
Y siento que debo callar,
oir el pulso de tu vida,
buscar el compás de tu aire.
Es momento de hablar así,
callando, callando, ¡shhhh!.
De soñar y gritar.

Libertad.

Amiga, digo,
y siento la palabra amiga.
Amiga, repito,
y su música tiene otra voz.
Suena a una carta, 
a una cena, al río.
Es una canción con tu piel, 
que si roza mi piel,
mantiene su timbre.
Es en mis desafinadas notas,
es en mi piel,
en su escala diatónica,
donde es milagro la armonía.
Y mis teoremas, y mis artificios,
cobran significado.
Ahora ya no soy casi yo,
soy un instante antes,
soy el momento anterior.

Y tú, casi dormida,
suspirando el Carpe Diem,
abrazada al tiempo traidor.

Y yo,
buscando la música,
acogido a un ritmo bepop. 

martes, 21 de marzo de 2017

A CIEGAS

Y, cuando en el postrer momento,
antes del fin del camino
miremos hacia atrás.

Y cuando lleguen las sombras,
antes del fundido en negro,
y abandonemos la estancia.

Y cuando nos guardemos el adios,
tomemos nuestras manos
y dejemos atrás la última pisada.

Y no sabremos si cantaron nuestra canción,
si entonaron nuestra música, si
en ella, en otra, en otras,
estuvieron nuestros desaires y nuestros besos,
nuestras miradas, caricias y golpes,
los sueños, las amarguras y los destierros,
los años en blanco y los fecundos,
la ira, la rabia, el esfuerzo,
algún anhelo,
algún amor perdido,
algún secreto,
algún pecado, 
días de sol y olas,
días de viento,
el picor de las ortigas,
los poemas o las esperas en salas de hospital.

No sabremos si fueron, apenas,
como las lágrimas en la lluvia de un replicante,
las vibraciones en la cuerda de uno de los tiempos
o las escamas de sal de Edith.

No sabremos.
Y ya no sabremos más.

martes, 10 de noviembre de 2015

DEL RENACER.

Renace la ciudad.

Es Córdoba esa ciudad,
labrada como en sueños,
irreal como un espectro,
hermosa, que muere.

Mueren la ciudad,
y el vaho durmiente,
el pesado letargo y el estoico sino.
Su recuerdo ha minado mi alma,
hoyando su leve piel, 
con instrumentos de nube,
la añoranza del río amistoso,
de laberintos, de flores,
de etéreos y soñolientos mayos.
Mayo.

Y mi raiz renace, rebrota mi apego,
a la casa, a la titi, a la madre.
Y renacen las jaras, rebrota el espliego,
y huele a encina y huele a miel,
y huelen a mi padre.
Y cómo expresar que se me ensancha el alma.

No hay luz como la que me amamantó,
no hay piedras como las que me conocen,
ni plazas, ni sonidos, ni sabores,
como los que se llevan siempre en un bolsillo.
Porque todo, tan grande como es,
todo tan extenso,
irá en todo equipaje que porte.

Y tú mi luz,
y yo tu sombra.
Porque ahora que ya sé quien soy,
ahora que conozco mi frontera,
aspiro con derecho o sin él,
a ser, si acaso,
un compañero.

lunes, 28 de septiembre de 2015

POEMA DEL ADIÓS.

Si te aburrieras de mí,
de lo que soy,
de lo que quiero ser,
de lo que no seré,
de lo que no escribiré,
o haré,
o repararé,
no seré ya lo que soy.

No querré ser ya quien quiero ser,
seré otra persona,
que escribirá lo que nunca debería haber escrito,
que hará lo indecible,
que no reparará su alma,
que no reparará en gastos en la cuenta de desengaños.

Si te aburrieras de mí,
no me lo digas así en una tarde de hastío,
con magdalenas de paquete,
frente al telefilm de las tardes,
o a la serie de risas enlatadas.

Si te aburrieras de mí,
busca la cicuta,
la daga dialéctica,
mátame como en una tormenta.

Para que lo que soy,
lo que quiero ser,
lo que no seré,
lo que no escribiré,
lo que no haré,
lo que no repararé,
no tengan importancia.

jueves, 2 de julio de 2015

DE LA MUERTE.

Si muero, amigo, si muero,
que mi recuerdo sea leve,
y mi lamento ausente.
Si muero, compañero,
que mi muerte sea para siempre.
Que sea una muerte de piedra.
Si muero,
que mi muerte sea eterna,
que sea mi última rendición.

Y ojalá la muerte no me alcance,
y si me llega que sea como un trueno,
por no esperar a que me abrace lenta,
por no sufrir agonía, por no luchar,
y por luchar,
y por ella,
y solo por ella.

miércoles, 13 de mayo de 2015

EL POEMA

Que una leve sonrisa es tu halago,
la sutil caricia del rostro amigo,
la débil sombra de un deseo furtivo,
ahora no se esconde al ser buscado.
Me acompaña el susurro de su consuelo,
suave terciopelo de su palabra,
almendrada forma de lágrima alada,
que calmó la amarga sed de mi anhelo.
Al infinito abrigo de su alma,
consuelo de quien no tenía ya nada,
yo busco mi amor, yo busco la calma.
Que mi esperanza es ver al fin trocado
su roce en caricia; su voz en beso.
Su alma amiga en alma enamorada.

jueves, 26 de marzo de 2015

EL PASO DE LOS DÍAS

Los días pasan, lentos, grises.
Lentos y grises días que ahogan.

Y si despierto junto a un hueco,
nunca sé de dónde vino,
nunca sé dónde lo conocí.
A veces me habla y me cuenta
soy la nada,
la Nada de Ende,
susurra.
Y si lo miro me atrapa,
como una oquedad en el envés de mi alma,
como una alfombra que levante para, 
cobarde, esconderme.

Y es de plata el río del tiempo,
inmóvil,
perpetuo inmóvil.
Ahora, cuando quiero que corra,
juega conmigo,
al que siempre ha rendido.
Y en mi memoria,
si tuviera memoria,
se enroca el pasado,
donde mi presente es un recuerdo más.

La sal del mar confunde mi recuerdo,
se despiertan las olas,
sopla el viento y se hace amigo,
se atropellan las nubes de tormenta,
en ese negro cielo,
las negras nubes,
la negra vida.
Han llegado la lluvia,
el frío,
han llegado.
¡Bienvenidos!

Mi piel encostrada en salitre,
mi cabello fustigado por la arena.
La fría corriente que oculta mis rodillas,
convertido en caminante de las aguas con muñones,
y un paseo sereno y eterno contra el atardecer.
Y despierto.
Un día, despierto.

Aun no soy yo, pero creo que ya existo.
Veo, recuerdo.
La veo, la recuerdo.
La veo cuando la vi,
y mis ojos la sostuvieron en un plano fijo,
en un fundido en el que se achica,
en el que actúa, en el que no está sola.
Ella me trajo el mar
y el mar me lleva a ella.
Tan inmensa como esta manta salada,
va naciendo la nostalgia,
con su ausencia lleno el alma,
pena del color del mar.
Verde o azul.
¡Qué más da!
Es el mar, la mar.

Y escribo el poema.

PARÍS EN LA NEGRURA

Días oscuros de un París iluminado,
un invierno crudo.

El viento histórico me hiela
mientras mi alma, la que creo mi alma,
implora.
Hay una línea, débil, 
apenas un esbozo, 
estela de humo en la niebla
que me ata, sin saber a qué.
Siento, sin saber qué siento, 
si es solo la quemazón del nudo, 
eso, 
lo que siento.

Y sí, yo también soy humo,
al igual que la llama me apago,
me voy,
apenas unas lágrimas en las que huir.
Me voy.

Y he olvidado amar.
La ciudad se transforma en un viejo decorado
que, ahora,
al tiempo,
late.

Hay una imagen.
¿Una imagen de amor?
¿La de otro amor, quizás?
No, no hay otro amor, 
solo es posible el amor imposible.
El que está lejos y atado,
el que no puedo tener, 
el que no puedo olvidar.
El que no quise olvidar, 
el que busqué,
el que no hallé.

Cuando las noches se hacen metálicas
me atrapa su océano de humores.
Y su ola de olvido
acalla mi existencia.

Y en el manto blanco de Versalles,
en el arco estacionado de sus fuentes
encuentro la receta para un bálsamo.
Como una pequeña flor de Bach
es la noche iluminada junto al Sena,
y antes de que nazca el hueco del olvido,
antes de olvidar o de recordar que tanto da,
antes,
un fiero vello de mi brazo se yergue eléctrico,
buscando sentir quizás,
el roce del aire que ha rozado lo que sueña. 

Y acaba.
El corto viaje acaba.

Me imagino convertirlo en un destierro, 
eterno de fugaz alegría. 
Quizás tan solo busco retrasar mi vuelta,
no volver adonde ella,
no querer que importe lo que importa. 

Solo pienso en permanecer allí,
y creerme bohemio
en la patria bohemia,
en un café, 
en una piedra.
Y no sé si por amor,
o casi por estética.

Adiós.

Mi avión, 
con su panza metálica, 
despega.

jueves, 4 de septiembre de 2014

GOLPES

Sobre el pequeño camino mis hijas mantienen el equilibrio,
se balancean sobre dos ruedas.
Babor, estribor,
babor, estribor.
Babor...

Es también un barco esta bicicleta que manejan,
es el mar, un asfaltado brazo de mar,
este lugar en el que sueñan ellas.

Y el horizonte hacia donde van
se compone de éter y ensoñaciones;
lo que ven más allá de este parque,
más allá de estas fronteras.

Mi hija quiebra el manillar nerviosa e insegura,
y mantiene que antes que la recta está la ondulación.
Mi hija, sale del camino,
entra, sale, entra…
Y así, en un bucle infinito de apenas media hora.

Y ambas caen,
se golpean,
se hieren,
lloran.

Y yo caigo con ellas,
me golpeo,
me lacero,
callo.

Sobre el parque sus llantos y sus lágrimas
son apenas nada.
Sobre el parque mis consejos iniciales,
mis enseñanzas, parecen no crecer.
Sobre el parque soy nervio y alegría,
notario y tristeza.
Padre y ciclista.

Los golpes, las heridas, el equilibrio,
el pantalón roto,
la mano desollada,
la rodilla marcada,
amplian su camino;
y allá en el confín del parque
veo como golpe a golpe, pedal a pedal,
mi hija y mi hija,
avanzan hacia ese lugar,
pequeño lugar de la infancia,
al que solo se va en bicicleta.

lunes, 18 de agosto de 2014

POEMA EN BICICLETA

De vuelta siempre miro a mi vieja bicicleta.
Esta, la de las viejas heridas y cicatrices;
esta, que me llevó por tantos caminos;
esta, la descascarillada, vieja y oxidada bici.

Sí, cuando la miro desearía que nunca hubiera caído,
que aquel infausto ladrón nunca la hubiera raptado,
que las mil carreteras que hemos transitado
fueran mil veces mil carreteras.

Y sobre su cuadro amarillo, ruinoso, pesado,
se suman el pesado sabor de la nostalgia,
el olor del poblado que se atravesaba,
cruzando el río, antes del castillo;
y se añaden el cacareo de los gallos
y el ladrido de los perros,
las agujas del sol de julio,
el enfado del arroz pasado.

En la memoria quedan la higuera salvadora,
la mustia y seca zarza,
la mancha de grasa en la ropa,
y el viaje. Ese viaje que, juntos,
al cabo de los años,
nos ha llevado a algún sitio.

Sí, cuando la miro recuerdo los enfados,
los reproches...
Sus protestas porque mi fuerza no era bastante,
y convertía en muros los pequeños resaltos.
Mis quejidos por su peso, su plato ovalado y,
odiosos, sus odiosos crujidos y chirridos.

Me seducen jóvenes bicicletas,
de ligeros cuadros,
de brillante negro,
de deslizante perfil,
como espadas en el viento.
Y como espadas entiendo tus formas,
más viejas, más pesadas,
más heridas.
Y como espadas me hieren mis deseos,
mis traiciones sin consumar.

Solo puedo recordar las veces que nos hicimos uno,
la lucha contra el pegajoso asfalto,
el fiero sol y el viento líquido.
Los días que caímos juntos y que, juntos,
nos levantamos,
las épocas en que nos ignoramos.
Y este recuerdo aflora ahora que,
con una cadena,
intento que quedes a mi lado;
mientras que tú,
con tu cadena,
sin envolverme, ya me has encadenado.