martes, 10 de noviembre de 2015

DEL RENACER.

Renace la ciudad.

Es Córdoba esa ciudad,
labrada como en sueños,
irreal como un espectro,
hermosa, que muere.

Mueren la ciudad,
y el vaho durmiente,
el pesado letargo y el estoico sino.
Su recuerdo ha minado mi alma,
hoyando su leve piel, 
con instrumentos de nube,
la añoranza del río amistoso,
de laberintos, de flores,
de etéreos y soñolientos mayos.
Mayo.

Y mi raiz renace, rebrota mi apego,
a la casa, a la titi, a la madre.
Y renacen las jaras, rebrota el espliego,
y huele a encina y huele a miel,
y huelen a mi padre.
Y cómo expresar que se me ensancha el alma.

No hay luz como la que me amamantó,
no hay piedras como las que me conocen,
ni plazas, ni sonidos, ni sabores,
como los que se llevan siempre en un bolsillo.
Porque todo, tan grande como es,
todo tan extenso,
irá en todo equipaje que porte.

Y tú mi luz,
y yo tu sombra.
Porque ahora que ya sé quien soy,
ahora que conozco mi frontera,
aspiro con derecho o sin él,
a ser, si acaso,
un compañero.