viernes, 29 de septiembre de 2017

EL FUTURO DICTADO.

Es etéreo el recuerdo de la espera,
tortuoso, vapor de sueño,
hasta alcanzar tus espirales.
Cada noche fue una muerte,
que ahora ha mudado en insomnio,
en estudio sobre un lienzo de algodón,
bajo el flexo de la luna,
para aprenderte.
El segundo resbaladizo ha sido vencido,
la flecha del tiempo
y el pasado inventado,
se funden en lo eterno.
Amamantaste mi desdicha,
y yo de ella bebí,
construyéndote en cada giro,
anotándote en cada palabra.
Amándote en cada poema,
mi camino se fue enderezando.

Etapas, estaciones, viajes.
Cada vagón era un infierno,
cada acompañante una rémora.
Cualquier oscuridad, perderte.
Un tren infinito cruzando la tundra,
era el infinito de mi alma.
Castigada, desterrada.
Un purgatorio voraz.
Un luz proyectada tu deseo.

Escapar.

Largo es el futuro,
el más irreal de los tiempos,
y en su verbo,
largo será el futuro.
Construímos, nacemos, soñamos.
Ahora mi palabra es plural,
plural es mi vida,
mi soledad es incompleta.
Y en el porvenir nombrarte,
conquistarás también lo venidero,
ya dueña del pasado,
el lejano y el cercano,
y del presente si existiera,

que es sueño, que es teatro.


Mas no hay promesas,
no hay conjuros.
Hay vida.
No quiero protocolos,
aterrado por tanta ley,
no quiero mi amor atado,
lo quiero libre, tan solo sujeto a los besos.
Si mi vida ya se enrosca en la tuya,
si mis recuerdos son tus ojos,
veo por ellos más que por los míos,
¿por qué no gritarlo al viento?

Cada flor serás tú,
todo recuerdo será tuyo.
Tú, sin razones,
y a cada instante, amar.
Los besos serán nuestros,
nuestras las noches,
los sentimientos comunes.
Y este es un futuro,
díctame tú el nuestro.

Mi camino ya no será nunca más mío.
Teniéndote a mi lado será paseo,
sin tenerte será sendero que a ti me lleve.
Mi camino ya no cruzará más desiertos,
no acabará en más acantilados,
no se detendrá en más laberintos.
Serás, eterna, el faro que alumbre,
la sirena que me cante,
la ardilla juguetona que me acompañe.

O caminar y al final hallarte,
blanca, enjugando en lienzos mi sudor,
curándome en tu pecho mis heridas.
El camino ya no será nunca mi camino,
será para siempre tuyo.

SOBRE UNA MELODÍA DE PIANO

Ya no es mío el llanto que resuena,
ahora te has adueñado de la tristeza.
Siento en tu desdicha un puente,
en tu pena, una entrada,
mas renuncio a ese camino, 
lastrado de cadenas,
colmado de condenas.

Sin mi mano, 
alzando de tu pecho la altura de tu alma,
has hablado: 
"Mis heridas ya no son tus heridas,
quedan solo para mí".
Y has roto el embrujo,
quebrado el sortilegio.
Has enseñado, mujer,
que es posible tenerte,
cuando tú te das,
gozarte,
si vuelas,
poseerte, 
si eres libre,
tenerte, 
si tú tienes.

De torpes prisiones,
mujer,
has quebrado la jaula, 
y has partido.

Ni siquiera soy nadie en estos versos de tu poema.

Libertad.

Y el sueño se forja,
en el yunque de una camisa de cuadros,
en la música de un piano,
en todo lo vivido, y en nada,
en la sola brisa del anochecer bajo palmeras.
Y una serpiente me recorre,
Shakespeare nos emboba.
Y siento que debo callar,
oir el pulso de tu vida,
buscar el compás de tu aire.
Es momento de hablar así,
callando, callando, ¡shhhh!.
De soñar y gritar.

Libertad.

Amiga, digo,
y siento la palabra amiga.
Amiga, repito,
y su música tiene otra voz.
Suena a una carta, 
a una cena, al río.
Es una canción con tu piel, 
que si roza mi piel,
mantiene su timbre.
Es en mis desafinadas notas,
es en mi piel,
en su escala diatónica,
donde es milagro la armonía.
Y mis teoremas, y mis artificios,
cobran significado.
Ahora ya no soy casi yo,
soy un instante antes,
soy el momento anterior.

Y tú, casi dormida,
suspirando el Carpe Diem,
abrazada al tiempo traidor.

Y yo,
buscando la música,
acogido a un ritmo bepop. 

martes, 21 de marzo de 2017

A CIEGAS

Y, cuando en el postrer momento,
antes del fin del camino
miremos hacia atrás.

Y cuando lleguen las sombras,
antes del fundido en negro,
y abandonemos la estancia.

Y cuando nos guardemos el adios,
tomemos nuestras manos
y dejemos atrás la última pisada.

Y no sabremos si cantaron nuestra canción,
si entonaron nuestra música, si
en ella, en otra, en otras,
estuvieron nuestros desaires y nuestros besos,
nuestras miradas, caricias y golpes,
los sueños, las amarguras y los destierros,
los años en blanco y los fecundos,
la ira, la rabia, el esfuerzo,
algún anhelo,
algún amor perdido,
algún secreto,
algún pecado, 
días de sol y olas,
días de viento,
el picor de las ortigas,
los poemas o las esperas en salas de hospital.

No sabremos si fueron, apenas,
como las lágrimas en la lluvia de un replicante,
las vibraciones en la cuerda de uno de los tiempos
o las escamas de sal de Edith.

No sabremos.
Y ya no sabremos más.